RETO 5: Otros tiempos

ADVERTENCIA: Este relato está, desgraciadamente, basado en hechos reales. Se han cambiado los nombres de los personajes por respeto. Cualquier parecido o semejanza con la realidad es pura coincidencia, y también la prueba de que poco o nada hemos cambiado.

Castigada por llegar tarde. Otra vez.

Alicia había intentado justificarse ante la maestra, había intentado hacerle entender «no se le pegaban las sábanas», como comentaba socarronamente doña Elena cada vez que llegaba a clase con la lengua fuera, sudando y agotada de correr de un lado para otro.

Pero doña Elena no atendía a razones de ningún tipo; se negaba no solo a creer a Alicia, sino también a escucharla. Lo único a lo que estaba dispuesta era a mandarla al rincón, de cara a la pared, durante todo el tiempo que durase la lección.

Y allí estaba Alicia, a sus escasos nueve años, en el rincón del fondo, luchando contra sus propios ojos y sus pequeños labios, para que no dejasen escapar las lágrimas y los sollozos acumulados desde hacía meses.

¿Cómo podía contar Alicia que tenía que levantarse casi al alba para ayudar a vestirse a su hermano y a su sobrino? ¿Cómo podía contar Alicia que tenía que llevar a los dos niños a su escuela después del desayuno? ¿Cómo podía contar Alicia que, después de dejar a los niños, tenía que llevarle el termo de café a su cuñado, que trabajaba en la otra punta de la ciudad?

Y, por si todo eso fuera poco, ¿cómo podía contar Alicia que, de camino a la escuela, ya sin resuello por patearse el municipio de una punta a otra, tenía que vérselas con los hijos de la tendera, que la insultaban, le escupían y le tiraban del pelo a la menor oportunidad?

Pero no, Alicia no podía contar nada de aquello. Estaban en 1957, y ella era solo una niña. ¿Quién iba a querer escucharla?

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